Se nos plantean tres situaciones de soledad anhelada en tres épocas diferentes, desde un antiguo estilita a un desarrollador de una moderna aplicación revolucionaria pasando por un biólogo a finales de los sesenta. Nombres comunes se dan en los tres cuentos para identificar aún mejor los rasgos que se tejen entre los personajes y sus distintas épocas.
Jon Bilbao no solo nos cuenta la soledad de los protagonistas, sino también la reacción y forma de entenderla —o ignorarla— de los demás a estas tres elecciones de soledad. Y esto es incluso más importante. En realidad no nos sentimos solos leyéndolo, no transmite el aislamiento buscado por Juan pero sí notamos la misantropía que caracteriza a los tres protagonistas de este «tríptico de la soledad». Y lo hace muy bien. En algún caso más sencillo de empatizar que en otro, pero en todos subyace un odio hacia la humanidad más o menos disimulada en cada relato.
La bondad vista con recelo y la maldad que no esperas se dan en ciertos pasajes de un modo eficiente, bien contado. La justificación para estar solos que proyectan hacia los demás, y, que parecen necesitar los «Juanes» para que se entienda su deseo de aislarse, es relevante por ese «no quiero a nadie pero requiero (a veces) de alguien». Quieren la soledad y al mismo tiempo necesitan de otro ser humano que les cubra alguna necesidad vital, o una mínima compañía (humana o no) a la que se le otorga confianza y lo contrario según el momento. Y claro, alguna sorpresa que no desvelo construyen una novela breve y sólida que, sumado a la preciosa edición de Impedimenta; me hizo leerla con mimo y disfrutar, con el agradable tacto del papel, del silencio y los crujidos que me acompañaron en la soledad mientras leía.