Una historia verdadera

Una historia verdadera (1999) de David Lynch

Una tarde de sábado, un sábado de invierno en Madrid, siendo tarde cerrada y oscura a través de las ventanas llenas de gotas de condensación, podía verse desde la calle, la luz cálida filtrada por las cortinas del salón de mi casa. Dentro estábamos varias personas entre familia, amigos y amigas. Era una tarde de sábado de las que más me gustaban.

Merienda y juegos de mesa. Era genial. ¿Y para después? Preguntó alguien. Para después podemos ir al videoclub y alquilar una peli. ¡Qué gran idea! Sin duda el sábado perfecto.

Venga, ¿quién viene? Era lógico que no fuéramos todos ya que éramos diez o doce personas. Las miradas entre ellos hacían ver sus pensamientos. Fuera hacía frío y el trayecto para alquilar la película en VHS era de unos 20 minutos para ir y otro tanto para volver. Sí, ahora valoramos más Netflix pero tampoco había motivo para que me viera solo frente a las estanterías revisando aquellas cajas gordotas y vacías que lucían en los videoclub. Nadie me acompañó y no pasa nada por ello, pero los que van eligen peli y elegí.

Al volver a casa, todos mostraron interés por saber que cinta traía.

  • ¿Estaba Matrix, o la amenaza fantasma… o el proyecto de la bruja de Blair?
  • No lo sé. Dije. Por el camino he pensado en la que me gustaría coger y al estar disponible, no he mirado el resto. He traído «Una historia verdadera».

Vaya caretos se mostraron ante mi. Eso sí que era digno de estar en una estantería de la sección de terror.

  • ¿Qué pasa? Pregunté.
  • Nada. Dijeron. Es que esa no me apetece verla. Ni a mi. A mi tampoco me llama mucho…

Y seguimos jugando hasta que todos se fueron. Con la casa en silencio y ese salón de ventanas que lloran con una televisión de tubo de 28 pulgadas y altavoces estéreo de madera, se convirtió en el momento y el lugar perfecto para empezar a ver esta maravilla del CINE.

Es el contexto real, es decir, es la historia verdadera en la que alquilé «Una historia verdadera» de David Lynch.

Quizá todas sus escenas sean dignas de mención, pero destaco esta. Es posible, que describa todo el sentido de la película, me resulta contada de forma preciosa e interpretada de manera que te llega de verdad, o quizá su ambiente nocturno, tranquilo y frente al fuego me hizo sentirme especialmente identificado. El salón estaba oscuro. Era mi noche. La televisión mi hoguera y la película mi compañía.

El símil de las ramas y la familia es, además de gráfico, una forma poética y de colores marrones de expresar algo que parece estar en decadencia. ¿Cuántas personas crees que aunque se enfaden contigo y tú con ellas, van a estar siempre? Esas son tus ramas. Son tu familia y de alguna forma tu fuerza, pues si no están, no te encuentras.

Ahora nos queremos mucho a nosotros mismos, eso es estupendo y necesario. Podemos ser una rama fuerte. Esa que más estabilidad da al conjunto porque si no tenemos esa percepción, si nos dejamos llevar por el «no necesito a nadie» o abandonamos por miedo a enfadarnos o a que se enfaden con nosotros como ocurre en la película, no dejaremos de ser una rama. Fuerte, pero una rama. Yo quiero ser rama «atada». Libre y fuerte para hacer sentir fuerte a los míos pero con la serenidad de no tener por qué serlo siempre. Si fallo, si me equivoco, si me doblo demasiado, no me romperé siempre que sigamos unidos.

Ser fuerte no implica estar solo para demostrarlo. Ser fuerte es ayudar cuando eres tú quién necesita ayuda. Es animar desde el desánimo. Hacer compañía cuando necesitas estar solo. Jugar estando cansado. Agacharte para escuchar a un niño. Abrazar para reconfortar y reconfortarte. La fuerza no se demuestra en lo que eres capaz de destruir, sino en lo que puedes levantar con la delicadeza de tus pensamientos, tus palabras y tus actos. No es más fuerte el que golpea, sino el que da la mano para que otra persona pueda levantarse. Alvin Straight nos lo enseña en esta escena narrada por David Lynch como si las imágenes fueran caricias en el corazón de esta joven.

El que levanta el ánimo de alguien caído, es tan fuerte que está alzando algo que ninguna báscula puede pesar.

6 comentarios en «Una historia verdadera»

  1. No se puede describir mejor un sentimiento si no lo sientes desde un gran corazón , una nobleza y unos sentimientos cómo los que se adivinan en ti. Ojalá muchas personas tuvieran esos valores porque mejor, muchísimo mejor funcionaria el mundo
    Gracias por enseñarnos con tus escritos que aún quedan personas en éste mundo capaces de transmitir esos sentimientos

    Responder
  2. Muchos son los valores que se han perdido y que por desgracia seguiremos perdiendo, hablas de Netflix y que me dices del móvil con el WhatsApp, porque hoy sin ir más lejos, en la cola del banco, una señora que debía rondar los setenta y tantos, le enseñaba a la cajera el whatsapp que le había enviado su hija para arreglar algo de su cuenta y cuando la cajera a terminado, la a enviado al cajero para actualizar la libreta y la señora ha vuelto porque no sabía utilizarlo, por lo que he tenido que esperar un poco mas.
    Yo desde hace muchos años, pero muchos, soy de los que a la hora de comer o cenar, no quiero el móvil en la mesa, comemos, cenamos, hablamos, comentamos y después cuando se levantan vuelven a su nirvana particular.
    Bueno en cuanto a la película, es una película para la historia, sencilla y emocional, de las que nos gusta ver en tranquilidad.

    Responder
    • La película es maravillosa, no la encuentro sencilla sino que está tan bien contada que lo parece. Es genial.

      Los valores, ya es otro tema. Perder algunos de los más esenciales, es duro. Ganamos otros, también es cierto, pero deberían sumar porque a más valores, mejores personas.

      Gracias por tus palabras, Pau.

      Responder

Deja un comentario