– Papi, ¿cómo pudieron seguir los Reyes a la Estrella?
Esta fue la pregunta que hizo mi hija a la que respondí:
– Mejor que explicártelo, lo vas a ver.
Y puse esta escena de la introducción del Ben-Hur de William Wyler.
– ¡Son los Reyes de verdad!
Para ella lo eran. No eran disfraces, no eran actores; esa imagen tan cuidada, la expresión trascendente de ellos, el respeto mostrado, la puesta en escena de un cuento narrado de forma muy adulta.
No se trata de creer o no, o de saber si sucedió así, ¿acaso son las noticias del telediario como las cuentan? Se trata de alimentar la fantasía, la magia y esa ilusión que acelera el corazón cuando algo importante está a punto de suceder. No hay porqué estar de acuerdo, solo creo que la imaginación y creatividad se estimula a edades tempranas, dando sustento a pensamientos tan positivos como ilusionantes que más adelante, esos niños, mi niña, podrían aplicar al desarrollo de proyectos más ambiciosos, pues incluso la más rigurosa de las ciencias, requiere de pensamiento creativo para avanzar.
La escena atrapa y cautiva al más pintao, imagina como la ve una niña. Ver a los “Reyes de verdad” de una forma cercana, bien contada y con la sensibilidad de la música de Miklós Rózsa, esa fotografía colorida y tan bien iluminada hace verosímil el cuento. Descubrir esa estrella que se mueve hacia el origen que dio comienzo a esta tradición. Sentir que acompañas a los Magos a conocer al niño Jesús. Insisto, no se trata de creencias, o sí para quienes las tengan, con todo el respeto para ambas, el verdadero sentido de esta pequeña historia es ver como los ojos de una niña brillan cuando entienden cómo puede seguirse una estrella.
Y en forma de cuento, como la película y novela “A Tale of the Christ”… Érase una vez una pequeña duda creada por la joven mente de una niña curiosa. Nuestra pequeña protagonista nacida de la lógica y la inquietud, viajó hasta las cuerdas vocales que vibraron; ondas volaron utilizando el aire, se convirtieron en ligeros impulsos y alcanzaron una mente adulta carente de muchos recursos, pero con el recuerdo de una escena de película antigua que abrazaba con amor y precisión a nuestra querida y valorada protagonista.
La pantalla se iluminó, la música sonó, las impresiones comenzaron y las emociones aparecieron. Fue precioso. Una voz del pasado creada por William en forma de película, impresionaron la mirada de una niña, ilustraron esa duda de mente inquieta, unieron el pasado con el presente, los desconocidos se conocieron, la magia del cine encontró significado y el que suscribe, quedó vacío al llenarse de entusiasmo la mirada de la niña que le da sentido a su cuento.